4.7.09

ESTACIONES DE PASO

Un día te levantas y te vas. Dejas la casa vacía, desolada, ya puedo imaginar el olor que aparecerá meses después cuando lleve mucho tiempo cerrada a cal y canto sin un resquicio de vida. Aparentemente todo seguirá como hasta ahora, ya que incluso te habrás acordado de dejar una luz encendida y la llave a la vecina para que de vez en cuando te riegue las plantas y le dé de comer al pez. La diferencia es que tú ya no estás y te habrán cortado el teléfono y el agua. Nadie sabe a dónde te has ido. Es posible que tú tampoco lo tengas del todo claro todavía y aún estés vagando de estación en estación de tren. Tu vida ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos, ahora sólo te sientas en estaciones que conoces a la perfección porque ya las has recorrido millones de veces; la de Coruña, como bien sabes, es opresiva o al menos te resulta opresiva por todo lo que conlleva. En Oviedo te vuelves a bajar y te preguntas como todas las veces quién habrá tenido la idea de hacer una estación subterránea, compras una revista de crucigramas en el kiosco de la plaza y te sientas en un banco una hora, dos, o las que hagan falta. ¡Qué horror de edificios, por favor! Y como es lo único que conoces de Oviedo, porque nunca te quedas más tiempo, llegas a la conclusión de que no te gusta nada esa ciudad. En Torrelavega sólo te asomas a la puerta del tren para fumarte un cigarro (o lo que puedas de él) Ya te sabes de memoria el nombre y el orden de todas las paradas hasta llegar a Santander y es la que menos te gusta de todas, por la gente y porque es completamente blanca y fría. Sales con la maleta a la calle y atraviesas el tunel que hay al lado del fotomatón que lleva al centro, te vas fijando en absolutamente todos los dibujos-murales que hay en las paredes y ya tienes ganas de volver, definitivamente ese tampoco es tu sitio. Entras de nuevo en la estación y haces tu recorrido al revés, por la ventanilla siempre ves lo mismo, las mismas vacas, los mismo árboles y el mismo verde, que de puro bonito ahora te resulta opresivo. Con lo que disfrutas es con las señoras mayores que se sientan a tu lado y no pueden evitar hablar, te encanta mentirles al contarles tu vida... ¿Quién quiero ser hoy? Exactamente lo que quiero ser. Todo transcurre de la misma manera y vuelves a la estación de Ferrol, es minúscula y el que vende los billetes ya te conoce demasiado bien, sales a la calle y te fumas un cigarro sentada en el muro de al lado de las escaleras. Vuelves a estar en el mismo punto exacto en el que estabas hace menos de un día, pero no vas a casa, ya no. Te preguntas si deberías pasarte a las estaciones de buses, por lo menos huelen diferentes y van más rápido, quizás así te encuentres a tu amigo, el que recientemente ha empezado a prostituirse en los baños. ¡Mira que cambiarse de vehículo sólo por un chapero!

*Esta entrada no tiene sentido ni para mí

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Sara:

Me gustaría hablar contigo.

Pfv, ponte en contacto.

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