3.7.09



RAPID EYE MOVEMENT

La chimenea estaba encendida cuando llegué y el niño estaba durmiendo en la cunita que había junto a la mesa del ordenador. Los cristales de las ventanas estaban empañados, fuera todavía nevaba y no tenía pinta de ir a parar, pero tenía que sacar al niño de la casa de todas formas. Por aquel entonces tendría un año y medio a lo sumo. Lo desperté con cuidado y lo saqué de la cuna. Le dije que nos teníamos que ir. Y mientras le intentaba poner el abriguito él salió corriendo y se escondió debajo del aparador. Yo me empecé a poner muy nerviosa, como siguiese nevando nos resultaría imposible coger el coche. Me agaché delante del mueble y metí la mano. No tardé demasiado en sacarla, el niño –ahora con mandíbula de gato- me había mordido. Llevé la mano a la boca y lamí la herida en un intento de que parase de sangrar. El niño gato seguía ahí dentro y no parecía tener ganas de salir. Me armé de valor y volví a meter las dos manos, tanteando el espacio oscuro y conseguí sacarlo. Pero cuando lo tuve de nuevo en brazos era un niño de plástico. Se le habían caído las manos y los pies y se los volví a colocar. Extrañamente tenía restos de nieve en sus piernecitas de goma. Le puse el abrigo con éxito por fin, lo pegué a mi pecho con fuerza y salí de aquella casa. La nieve caía constantemente en copos enormes, parecía algodón. Yo seguí caminando hacia delante, intentando llegar al coche, pero el coche no aparecía. Tal vez, pensé, la nieve lo ha sepultado. Nunca he tenido hijos, pero la sensación que tuve mientras atravesaba aquellos bosques con el niño de plástico en brazos es la más parecida que puedo encontrar a lo que debe sentir una madre por su bebé.
__Después me desperté, estaba abrazada a la almohada, tal y como me había dormido la noche anterior; lloraba y todavía me dolía la mano.

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