7.6.10

Par.


Enfermé. Me contagié. Algo se recompuso dentro de mí para volver a descomponerse, desfragmentarse en minúsculas astillas y esos arcoíris que construye la luz como por arte de magia cuando atraviesa un cristal. Enfermé dejándome alguna promesa en el cajón y los miedos enterrados. La luz llegó, susurró a gritos tu nombre dentro de mi cabeza y más adentro aún, llegaron tu aliento, tus ganas y tus maneras. Y soñé, todavía con mi alma entre las manos, un principio que ya era, que ya estaba siendo, que ya estaba levantándose, izándose, ladrillo a ladrillo. Enfermé, me contagié, éramos ya dos y yo aún no lo sabía, éramos ya nosotras y todavía me creía una, impenetrable, dura, valiente cobarde salida de un guión de película. Pero éramos ya nosotras, dos, un número al que hacía mucho tiempo que no le prestaba atención. Y descubrí, me di cuenta, asumí que mis entrañas latían, se retorcían, se sacudían al ritmo que marcaba tu corazón. No fue en un momento, no lo supe en un instante concreto en el que de repente todo cuadra, no. Lo supe poco a poco, como se saben las cosas que de verdad importan, las cosas buenas de verdad. Se hizo un hueco en mi cabeza progresivamente, no fui consciente. Entre mis piernas también. Y abrazó lo que fui, lo que había olvidado y lo que ahora soy: la fe, la esperanza, las posibilidades, la magia, la inocencia. Soy yo la que late entera, la que vibra y se sacude y se arquea guiada por tus palabras. Soy la enferma, la perdida, la que olvida el mundo cuando escucha tu voz y tú la enfermedad, la energía, el calor. Mi fin y mi principio.

2 comentarios:

Kontroverse dijo...

El dos ha vuelto a ser EL número por tu culpa, claro. Y pensar que esto es solo el principio...(Sí, inspiración 0, no doy para más hoy y menos después de que me dejes sin palabras, he dicho).

miau dijo...

:) Bonitas!