10.3.10

Te odio por dejarme a medias antes de llegar al éxtasis.


Caímos en las redes, como si alguna vez, en realidad, hubiésemos sido inexpertos. Marionetas tropezando con sus hilos, sin titiritero. Éramos frágiles, débiles, quebradizos y nos creíamos etéreos. Había tres cosas importantes en nuestra vida: el cariño, el hambre y el otro. Y así, lo que empezó siendo una lucha dolorosa, se convirtió en amor (palabra que no sabíamos ni deletrear, nadie nos había enseñado) Era hambre al principio, deseo, ganas de poseernos hasta que nos doliesen los miembros y el hambre y las maneras. Amor cuando abandonamos nuestros sueños, en un intento de compensar al otro. Dependencia cuando nos abríamos en canal cada una de las veces en las que llegamos a casa y la encontramos vacía, oliendo a desesperación. Idiotez, profunda idiotez, al esperar algo más que nunca llegaríamos a tener. Recorrimos esas carreteras desde la cama, refugiados en nuestro colchón, eso se nos daba maravillosamente bien, en eso éramos expertos, desde allí podíamos con el mundo, con las dudas, con los polvos que tú regalabas los fines de semana a cualquiera que se abriese de piernas y con mis brazos asfixiantes. Pero fuera... éramos desconocidos, villanos, crueles y desvergonzados. Cruzábamos palabras vacías, insultábamos a la decencia, nos vestíamos de desconcierto y así, arrastrándonos por el suelo, nos fuimos dejando la piel (y los latidos y el hambre y las maneras) y olvidamos que un día, en una cama, nos prometimos amor, del de verdad, pero no era tal.

2 comentarios:

Amanda Manara dijo...

Enhorabuena, preciosa. Tus textos son cada vez mejores, si cabe. Este me ha emocionado especialmente.
Un beso

miau dijo...

ànims :)