
Soy una chica solitaria. Se me dan tan mal las relaciones... Necesito un master, un curso, unas clases para aprender a compartirme. Fue mágico acostarme contigo. Recuerdo cada una de las curvas, cada una de las sombras de tu cuerpo. El lunar en el muslo derecho y las ganas de caer en la cama. Que odié los cordones de tus botas, esa manía tuya de vestirte como una cebolla y las prisas que parecías tener. “Tenemos toda la noche, idiota. Quiero follarte toda ella”. No me bastaba con tocarte, necesitaba tocarte una vez más. Y aún así, cuando caíste por fin rendida a mi lado y cerraste los ojos esperé pacientemente a que te durmieses con mis labios aleteaban sobre tu frente sudorosa, para levantarme. Fui al salón desnuda, sin hacer ruido y encendí un cigarro. Ya era de día y yo quería escapar. No tenía nada que ver contigo. Me apetecía estar sola. Pero volví a meterme silenciosamente en la cama. Al fin y al cabo me habías devuelto a la vida.
Supongo que es la magia de la carne, querida.
2 comentarios:
Me gusta. Deliciosa redacción.
Aunque todas tus historias me gustan, ésta me ha tocado especialmente.
Te seguiré
Un beso
Ten cuidado pequeña. Te quiero.
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