8.9.09

Annnnd diiiiid iiiiiit maaaaaaaaaaai güeeeeeeeeeeeeiiiiii

Estoy harta. Harta de ambigüedades. Me prometí hace mucho tiempo no volver a caer en ese círculo. No volver a aceptar palabras a medias, ni intenciones afiladas sin claridad. No. Porque ya estoy harta de que aquí todo el mundo dude. De que nadie pueda apostar por mí sin miedo y tener que ser yo. Siempre. La que aclare las ideas y ponga las cartas sobre la mesa. Porque ya estoy harta de esperar. Harta de esperar movimiento. Acción. Harta de ella, y por eso rompí las fotos. Y harta de ella2 y por eso dije lo que dije. Que ya vale. Ya vale. Quieres. Pues quieres. No quieres. Pues no quieres. Pero no juegues conmigo. El contador vuelve a cero. Caigo en la casilla de la muerte y vuelvo a la casilla de salida. A empezar otra vez. La paciencia siempre ha sido uno de mis fuertes. Pero una tiene un límite establecido, siempre. Y estos días lo he encontrado. Lo he encontrado hasta el punto de borrar números, borrar perfiles, cambiar direcciones, decir lo que realmente siento. Así. Brutalmente. Como sale. Como suena. ¿Es necesario un restaurante donde tienes un camarero personalizado para ti, que te sirve la comida, te retira la silla, te pregunta si te gusta y te hace sugerencias, para decirme que no tienes nada claro? ¿Y las flores? ¿Son necesarias las flores? Las dudas y los miedos podéis guardároslos a partir de ahora. No/los/quiero. Que sí. Nena. Que la comida estaba muy buena. Y que me costaba saber qué cubierto usar con cada plato. Pero no compensa la indigestión de después cuando llegamos a los cafés y dijiste “Tenemos que hablar” Y hablaste dos minutos y medio de reloj. Tú sola. ¿Tanto lío para esto? Me pregunté yo. Y el camarero preguntándonos si necesitábamos algo más, si la comida estaba rica, o si yo había comido muy poco. Y tú ahí haciéndote pajas mentales. Ni que te hubiese pedido en matrimonio. Coño. Que nadie te ha pedido nada. Y nada es lo que tenemos. Pero no me marees, joder, no me marees. ¿Qué ella tiene la culpa? ¿Perdona? Te lo repito otra vez. Tú solita te has agobiado. Ni que nos fuésemos a casar, a tener tres hijos y un perro. En realidad la estás cagando. Si yo sólo quiero que me folles, te digo. Y luego ya se verá. Y Sinatra de fondo. Que no tengo la cabeza para relaciones, ni bodas, bautizos o comuniones. Y el camarero nos trae la cuenta. Ni siquiera se la hemos pedido. Creo que nos están echando. Me la pela, dices tú. ¿Pero si ya no queda nada que remover en la taza? Te invito yo, deja. Así que pago. (Siempre la pago yo)

.

No hay comentarios: