16.12.08

Adiós.

Si tuviese que escribir una carta abandonándote escribiría ésta, en el color del cielo de algún 28, como tu elemento, porque el agua de tu océano se tiñe del color de las nubes o de la ausencia de ellas. Si decidiese dibujar el punto y final lo haría escribiendo; siempre me he sentido cómoda entre letras y signos de puntuación. Y de ahí este intento, porque si mi mano se atreviese a pulsar la tecla de enter, así sería como lo haría. Tengo muchos motivos, tantos como cada una de las lágrimas que he derramado, tantos como cada uno de los latidos que han sonado por ti, como cada sonrisa guardada en el fondo de mi corazón podrido. Sin ellos no sería capaz de expulsar esto. Durante mucho tiempo he intentado olvidar los consejos que me encuentro tras los tercios y los ceniceros de los bares... pero ahora, en este momento ficticio, ya no puedo. Antes me imaginé abrazada a ti, llorando en silencio y diciéndote lo mucho que temo estar sola... y la sola visión de ese gesto, de ese instante, me hizo estremecer, hizo que me rompiese en ínfimos trocitos de pasiones ocultas y humo, hizo que me diese cuenta de que tengo un problema, gordo, muy gordo. Los problemas suelen ser complicados y normalmente los evitamos hasta que alguien dice en alto “Eh, tú, espera, hablemos de ello”, pues yo sé exactamente cual es el mío: la terrible y absurda dependencia. Hace años alguien me dijo que yo valía mucho la pena y que algún día encontraría a la persona que supiese verlo, a día de hoy... aún estoy esperando. Bien, pues este es nuestro problema. Que yo doy, tú no das y yo en respuesta doy más esperando recibir algo. No te estoy diciendo que no me quieras, no es eso, pero no me quieres tal y como yo necesito que me quieran. Cuando los problemas empezaron a aparecer busqué en mí al culpable, como siempre, sin darme cuenta de que, en realidad, me había portado extremadamente bien... dando aún sin recibir. Ten en cuenta que yo intenté evitar esto, que yo intenté no enamorarme de ti, pero tú, al principio, hiciste que me confiase y caí en mi propia red, la misma red que yo usaba para atraerte a mí. Luego empezaron las mentiras y las torpezas, y las palabras que duelen toda una vida. No quiero hacer de esto un drama, no lo es, o por lo menos es una pequeña tragedia en comparación con muchas otras... y a veces me siento estúpida, aquí, con mi corazón rojo, brillante, latiendo tan fuerte... y tú allí... detrás de tu muro lanzándome alimento por encima de él como si de un animal me tratase. Por eso me despido en letras azules, porque si no soy capaz de quererme a mí misma nadie lo hará, porque si permito que me pisen (aunque sea un poquito) así continuará siendo el resto de mi vida y no quiero eso para mí. Algún día encontraré a alguien que me valore, que me respete, y que haga por mí esas estupideces que yo hago de vez en cuando esperando, sin éxito, una respuesta. Porque tú me quieres, pero a tu manera y no como a mí me gustaría... y porque yo, sin darme cuenta, entre mentiras y frases bordes, he empezado a dejar de amarte, en un proceso lento y doloroso, pero he empezado. Por eso te digo adiós, porque una vez más... he vuelto a confundirme de persona.

3 comentarios:

MujeresLibres dijo...

Joder, joder, joder.
que me remueves las entreñas a cada letra.

("No es que no me quieras, es que me quieres mal")

Ojalá hubiera valor siempre para escribir ese tipo de sentimientos sin machacarte.

Un beso

Perséfone dijo...

Uf, niña. Ya sabes dónde estoy...

Maverick dijo...

¿Alguna vez te has mirado a un espejo y has visto que el reflejo que se forma al otro lado no es el tuyo?