21.12.08

Ausencia.

Maldita luz que llega, que arrebata, que susurra a gritos tu nombre dentro de mi cabeza. Y más adentro, entre conexiones neuronales inconexas, sigue estando: tu nombre, tu aliento, tu frío, tu desperdicio. Maldita flor que congela, que evade, que convierte todo en nada y la vida en un sucio contenedor que a veces exuda miel. Llega a mí y me grita, me grita y a punzadas dolientes de un cincel azul revienta con mi existencia, con mi fuerza, con mis pasiones y con mis deseos. Destroza lo que toca, dejando huellas de odio por todo lo que rodea y abarca. Destroza, arrebata, quema y purifica el olvido que me llena en noches de alcohol. Y al final... ya dentro de mí, en lo más profundo de mí, en el interior de los interiores empieza a quemar, lacerante, destruye por dentro, duele por dentro y yo no me entero, no me doy cuenta, pero sigue ahí hasta que todo se pudre. Hasta que ya no hay cafés, ni tabaco, ni sonrisas, ni sexo, ni amor, ni besos. Pero sigue ahí, hasta que en el centro de todas las cosas, donde debería de existir todo, ya no queda nada. Y el fuego cálido se congela, y las manos hambrientas se frenan.

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