23.9.08

Vuelta a casa.

En algún punto entre su mirada y mi razón se me hizo tarde y tuve que marcharme con tan sólo una maleta de sueños debajo del brazo. Recuerdo con una perfección suprema aquel beso apresurado, un brusco choque de labios y dientes, mientras que el coche tocaba el claxon en la calle y mi bolsa de viaje colgaba de mi hombro desgajado. En ese momento no tuve miedo, ni sentí pena, sólo quería salir de allí, abandonar aquella vida, escapar de esas colinas verdes que me habían encarcelado entre sus lomas llenas de tejados rojos y animales, sólo quería correr, dar un portazo y poner por fin un punto y final a una etapa de mi vida. Por eso ese beso fue así, distante y pactado, un ritual que las dos habíamos aceptado como obligatorio y que a pesar de durar poco más de lo que dura un estremecimiento todavía puedo recordarlo y revivirlo como si me acabase de suceder.

Corrí escaleras abajo y deseé en lo más hondo de mí que ella estuviese mirando por la mirilla de la puerta despidiéndose de mí sin palabras, pero ya todo daba igual. Me monté en el coche y olvidé casi instantáneamente todas las cosas que había vivido allí.

Cuando paramos para comer en el restaurante de la playa de las catedrales desaparecí un buen rato y me quedé de pie con la mirada perdida en las profundidades de un mar cruel y poderoso que me hacían sentir insignificante. Siempre había adorado aquella sensación, la que era capaz de proporcionarme el mar. Y allí parada, con mi pelo enredándose con el viento y la sal que desprendía el océano, encendí el primer cigarro de mi nueva vida, tal vez el cigarro de la libertad, pero también el de la nostalgia, el de aquellas cosas que un día me habían pertenecido y que ya no tenía. Deseaba quedarme, congelar ese momento y beber del él, empaparme de sal, de arena, de viento, de agua, empaparme de soledad... y no tener que regresar jamás a un mundo que me había hecho demasiado daño. Pero como siempre... sólo hizo falta tiempo para que todo terminase.

Tardé mucho en desprender mi mirada de aquella maravilla de la naturaleza, y de nuevo fue un claxon el que me arrancó de mis ensoñaciones.

No hay comentarios: