Aquella noche vacía de felicidad pero llena de recuerdos decidí volver sobre mis pasos. Encaucé mi nueva decisión con calma, y uno a uno fui deshaciéndolos. En cada escalón me paraba y me sentaba a rememorar, a intentar descubrir por qué lo había dado, por qué había seguido bajando. En cada escalón hurgaba en mi mente trastornada buscando un atisbo de esperanza, una razón, un jodido motivo.
No esperaba encontrar nada porque ya había vivido demasiado tiempo sin razones, pero aún así algo me impulsaba a seguir, a comprender por fin el motivo de mis estúpidos actos (o el motivo de mis no-actos). Por el camino volví a encontrarme con muchas personas, con muchas cosas que ya había olvidado, con demasiadas cosas que mi memoria había enterrado en lo más profundo en un intento de hacerme sonreír, con momentos, lágrimas, corazones podridos, bailes de máscaras y besos de mentira, con sexo plastificado y hombres de plastilina, con cosas que a día de hoy hubiese deseado haber evitado. Pero lo peor de todo era que lo único de lo que logré darme cuenta fue que en su momento no fui lo suficientemente fuerte e -inteligente- como para pasar de ellos y continuar con mi vida... y eso dolía mucho más que cualquier otra cosa.
Las preguntas se agolparon en mi cerebro de pacotilla, mi mente amenazó con volverse loca una vez más, la culpabilidad me invadió por entero, y los restos de aquellas cosas buenas que un día me acompañaron dejaron que me fuese haciendo más pequeñita e insignificante, me convirtieron en una pequeña bola de sentimientos que lo único que podía hacer era autocompadecerse. Lo cierto es que ese es mi problema, el único, mi tendencia, manía, estupidez... que me empuja a recrearme en mi dolor. ¿Habría sido diferente si mi infancia hubiese sido mejor? Lo dudo. Porque aquí no soy la única con problemas, e incluso en la infancia ideal que puedo llegar a imaginarme los problemas también me pertenecerían, cierto que serían menores... pero dado que no conocería otros para mí serían los más grandes del mundo y en cualquier caso yo me hubiese hundido de igual manera en esos pozos de desesperación que parecen gustarme tanto.
Y ahora que puedo ver eso, que lo huelo, que es una realidad completamente palpable lo único que soy capaz de pensar es en mi mediocridad, mediocridad que un día fue otra cosa, otra cosa que rozaba el éxito. Ese papel que muchos me quisieron dar, era mi papel, pero dejó de serlo únicamente por mi jodida cabezonería, por mi estupidez.
"Aún estás a tiempo"
Cierto. Puede que sea así. Pero no creo que vaya a ser capaz de tirar de algo que dejó de ser hace mucho, no creo que sea capaz de volver a recordar aquellos piropos, aquellas miradas de admiración, no lo creo. Porque antes eran merecidas y ahora de aquella niña ya no queda nada, sólo una mediocridad y una gran envidia que crece y crece y crece y no deja de crecer.
Sara sólo ha sabido permanecer en un estado tembloroso y débil, pero igual de estático que las cosas que nunca cambian. Y yo no creo que vaya a ser capaz de cambiar. Mediocre, seré mediocre, siempre, hasta que ni la mediocridad me sea reconocida.
Sara recibió dos dones y ella misma se encargó de rasgarlos y romperlos en pedazos minúsculos. Y el tiempo, como siempre, lo único que hace es alejar nuestros sueños de nosotros y por el momento nadie es capaz de parar el tiempo.
¿Verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario