
Tenemos toda una vida para decidir cómo queremos vivir. Toda una vida para reencauzarla hacia donde nosotros deseamos. Para encontrar el punto exacto al que queremos desplazarnos. La tenemos completa, fresca siempre como el primer día. Nunca es demasiado tarde, la vida se mantiene siempre en una constante explosión, abrasadora, colorista, rítmica. Somos nosotros los que invocamos las arritmias, los que nos empeñamos en desglosar por fases, por letras, por parcelas el gran conjunto que nos pertenece por antonomasia. Invocamos fuerzas milenarias extintas ya y pensamos “Es demasiado tarde, demasiado tarde para hacer esto o aquello y aquello más” Algunas veces acosamos a la pereza, a los desengaños, al pasado a las pocas ganas de luchar. Pero no es la vida la que permanece arrítmica, somos nosotros. No es la vida la que decide detener su recorrido hacia el infinito, somos nosotros que hemos olvidado nuestros músculos, criaturas inconscientes que han olvidado sus extremidades su calor y sus latidos. La vida no se detiene. Nos detenemos nosotros, estúpidos, gilipollas de tres al cuarto que no saben lo que se están perdiendo. Podemos alcanzar tanto, llegar a tanto, absorberlo todo si es que así lo deseamos. Pero algunos congelamos nuestro cuerpo, nuestro corazón, nuestras cuatro neuronas dispersas y nos revolcamos en el barro, sobre el barro, dentro de él. “¡Vamos a desfragmentarnos!” gritamos infinitas veces. Tantas veces que ya no sabemos hacer otra cosa. Pero la vida sigue intacta y la vida sigue intacta y la vida sigue intacta y la vida sigue... sin nosotros.
*Como dice ella: A película mala BSO buena.
1 comentario:
"Pero la vida sigue intacta y la vida sigue intacta y la vida sigue intacta y la vida sigue... sin nosotros."
Je...
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