
La quemazón llega a media tarde, cuando estoy sola en el bar, me abraso por dentro sin previo aviso, cada parte de mí arde incandescente. Manos invisibles me recorren entera mientras simulo leer el periódico. La radio suena de fondo pero yo no la escucho. Creo que estoy leyendo alguna noticia absurda sobre restos en una playa, pero no estoy segura. Sólo soy consciente de mi piel, de mi interior, de ese ardor que ya no sólo abarca el centro, sale de ahí y se difumina, se confunde, se expande por el resto de mi cuerpo, rompiendo los límites que deberían de existir. Pienso que si en ese momento alguien estuviese allí, sería capaz de cualquier cosa, de cualquier cosa de esas que hacía cuando aún era una puta. Ni siquiera imagino a mi lado a una mujer. Todo está tan liado que me resultaría indiferente, no pongo cara, ni miembros ni voces... sólo pienso en carne, piel, contacto, humedad. Estoy tan cachonda que mi mente evoca y se concentra en la sensación en sí. Me muevo un poco en el taburete y percibo como se desplazan mis tetas; ha sido un movimiento ínfimo, pero mis pezones están rozando la ropa interior, clavándose en ella, y mi sexo está siendo martirizado constantemente por la costura de los vaqueros, tanto que si me inclino hacia delante podría encajarme en ella y no controlar los avances. Paso la mano despacio por mi piel, me acaricio el principio del escote, como si me estuviese rascando distraída, y algo más se enciende en mí. Inconscientemente aprieto más las piernas, contraigo mi sexo un par de veces y los ojos se me ponen en blanco. Echo tanto de menos la suciedad del sexo, el sudor, lo fluido de él que daría cualquier cosa porque alguien apareciese, me tocase y me apoyara allí mismo, contra la barra, de espaldas. Lo echo tanto de menos que daría cualquier cosa porque alguien apareciese y poder cogerla y tocarla y ponerla contra la barra de espaldas y sentir lo caliente en mis manos, y en mi boca y escuchar sus jadeos y su respiración agitada y morder y arañar y sentir sus latidos hacia el final, confundidos con los míos. Pero no hay nadie a mi lado, estoy en el trabajo leyendo el periódico, han encontrado unos restos prehistóricos en una playa y un cliente agita la mano desde la terraza para que le sirva un café solo doble y con hielo.
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