10.8.09


DIARIO DE UNA ENFERMA MENTAL (III)

Me conozco lo suficiente como para saber que las malas temporadas (De esas de las que tanto he hablado) vuelven cada cierto tiempo. Cuando ayer me acosté y supliqué que por favor se fuese de mi cabeza volví a ser consciente de ello. A veces duran mucho, tanto que ni puedo contar con exactitud su duración y otras sólo son unos cuantos días, puede que por la luna. Pocas personas saben que me ocurre esto. Y aquellas que lo han descubierto se han ido desvinculando de mí. Intentó medicarme hace unos años. Todas las semanas iba a su consulta buscando una solución a mi problema. Usted, supongo que desesperado al ver que no respondía a la terapia, me recetó una serie de pastillas que en ningún momento funcionaron. A veces, cuando me siento excesivamente mal todavía las tomo, pero sólo consiguen atontarme y cuando su efecto desaparece el monstruo vuelve a salir. Yo intenté hacerle ver una y otra vez que era por la luna, que la luna llena me volvía loca, me convertía en otra persona y eso, claro, sólo ayudó a que su idea sobre mi locura se intensificase. El año que ella entró en mi vida dejé de ir a su consulta. Lo echo de menos, porque jamás he podido hablar tan claramente con alguien sobre lo que me ocurría y ocurre, aunque usted no me creyese. Como iba diciendo las pastillas jamás tuvieron el efecto que yo buscaba en ellas, pero encontré, por puro instinto, otro remedio más casero. Cortarme o hacerme quemaduras es sin duda la mejor solución que he encontrado hasta ahora. El monstruo se calma, soy capaz de domarlo y me quedo relajada, como si de un clímax se tratase. Es el dolor más placentero que he conocido. El caso es que el monstruo ha vuelto y no sé cuánto tiempo se quedará, y como el resto de las veces... no sé si seré capaz de apagarlo hasta la próxima vez. Cuando esto me ocurre no hay un motivo (Además de la luna claro) ni siquiera entiende o distingue de temas, da igual que mi vida en ese momento esté asentada y tenga motivos para sentirme bien y cómoda y contenta, él buscará removerá y revolverá en mí hasta encontrar algo con lo que torturarme, aunque ese algo haya ocurrido hace millones de años o en una vida pasada (de esas con las que fantaseo) ¿Los chipirones me hacen llorar? ¿Lo sabía Doctor Graña? Las croquetas también... creo que les estoy haciendo perder dinero a mis jefes. Ya no sé cuantas bolsas de croquetas habré anegado con mis lágrimas. Se que se va a reír, como siempre hace cuando digo alguna de las mías, pero el otro día en el trabajo asusté a mi jefe; mi monstruo y yo usando la minipimer podemos llegar a ser verdaderamente terroríficos. ¿Y sabe también? Tengo la sensación de que estoy enfadada con todo el mundo, ya soy famosa por mi mala leche y mis malas caras. Tengo una fama... no se puede usted hacer una idea. Ya no me dejan atender a los clientes. Y no lo entiendo, de verdad que no. Puede que mi aspecto asusta un poco, pero de ahí a que no pueda relacionarme con nadie. Usted sabe que jamás contaría nada de lo que me ocurre, al menos no queriendo. Entonces no comprendo porqué tienen tanto miedo de lo que pueda ocurrir. Yo no soy mala ¿A qué no? Sé que me dirá que no sonriendo entre dientes. Le echo de menos, viejo domador de fieras, mucho. El caso, no puedo salir de la cocina, a veces, cuando acabo de matar a los pollos bajo al almacén con las ratas. Nos estamos haciendo muy amigas. Yo me siento en las escaleras y les cuento mis problemas, ellas no me tienen miedo y son capaces incluso de mirarme a la cara. El almacén me gusta mucho, usted me entendería si pudiese verlo, es un sótano lleno de cajas, repleto de cajas y muchos, millones, de trastos inservibles. En una pared han escrito a lápiz una frase, me gusta leerla, dice: “Siempre me había preguntado porqué la luna es de ese color tan blanco. Ahora lo sé. Ella me lo ha dicho. Está congelada” ¿Sabe por qué me gusta? Porque me hace pensar que mi problema tendrá solución. Descongelar la luna, lo ve. Todo es tan sencillo cuando está escrito. Las metáforas son maravillosas. Convierten el problema más grande en la cosa más sencilla. Si la luna estuviese de verdad congelada y yo pudiese llegar hasta ella, sólo me quedaría meterla en el microondas o debajo del agua caliente. Como ve sólo le cuento tonterías, para no cambiar mi costumbre. Pero necesitaba hablar con alguien. ¿Sabe qué hago ahora cuando tengo ganas de acabar con mi vida? Hago respiraciones de yoga, y hasta funciona, o hacer ensaladilla... eso me relaja mucho, amasar la patata y la zanahoria me ayuda a concentrarme en otra cosa. Lo que más me preocupa ahora es que ya no conoceré a alguien de quién enamorarme en el trabajo. En la cocina me hace compañía una señora más mayor que mi madre. Menuda suerte la mía... y además no habla Español y es un poco pesada. No para de decirme que tendría que cortarme el pelo y dejar de llorar tanto. Sin estar enamorada no soy yo. Necesito enamorarme Doctor Graña. Sin amor no consigo ser feliz. Pero ya conoce mi problema y nunca consigo disimularlo cuando quiero a alguien. Doctor... la gente no suele pensar como yo, y eso es lo que más me hace sufrir, eso y los abandonos. No soporto que me abandonen. Y últimamente si me abandonan y yo no siento nada mi monstruo intensifica esos sentimientos sólo para hacerme sufrir mas. ¿Qué le parece? Seguro que nunca había conocido a un monstruo tan cruel. Y tengo que hacerle una consulta, perdone que me esté extendiendo tanto, pero hoy no está siendo uno de mis mejores días. ¿Cuándo cree que podré volver a tener sexo con normalidad? Y no me diga que me corte la cola... que hemos comprobado que las soluciones drásticas no funcionan. No sé, Doctor Graña, yo sólo pido un poco de paz en mi cabeza. Ya estoy harta de sufrir tanto. Pero no puedo evitarlo, no puedo. Y no voy a resistir esto mucho más. ¿Me recomienda que vaya a terapia de nuevo? ¿Más pastillas? ¿Un tratamiento específico? Daría cualquier cosa porque esto termine, incluso mi vida, Doctor Graña, incluso mi vida.
.

No hay comentarios: