
El pecho se me para, me olvido de cómo se respira y me ahogo en mis propios pensamientos. Me mareo y con la cabeza dando vueltas todo cobra sentido y yo me vuelvo una estúpida pequeña e insignificante. Aún no entiendo como me obligabas a tejer esos absurdos vestidos de manga larga y cuerpo entero, tampoco comprendo porqué después no te los ponías. A uno de los muchos que te hice le bordé unas lunas plateadas en el pecho, me quedó precioso, pero sólo sirvió para ocupar espacio en tu armario. Yo compraba la lana todos los lunes, tejía durante toda la semana y te los daba el viernes, alguna vez te hice también gorro y bufanda a juego, en ese negro impoluto que tanto te gustaba. Mi habitación parecía un taller de costura, un laboratorio de tejidos, y yo era la máquina que lo sacaba adelante, era una esclava por propia elección, y me gustaba mi papel. La lana empezó a llenar mi habitación, primero en el costurero, más tarde, cuando ya no había espacio suficiente la guardaba en cajas apiladas en las estanterías, y al final, al ver que los estantes se doblaban con el peso le hice un hueco en mi cama, sobre mi escritorio y en mi armario. Maldita ironía la de tejer con lana para una alérgica a los ácaros del polvo, debí darme cuenta antes de ir acumulando vestidos en el guardarropa, debí darme cuenta antes de que mi corazón se volviese de lana también. Pero ya dije antes que soy una estúpida.
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2 comentarios:
o no...
esto no es emo para nada
¬¬
Es que me duelen los dedos todavía de calcetar ¬¬
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