27.5.09

DIARIO DE UNA ENFERMA MENTAL

No es que me encontrase perdida, es que ya no tenía la capacidad de buscarme. La cara tensa, la piel tensa, y los ojos secos, deshidratados (de haberlo llorado todo) y el dolor en el pecho, que se mantenía constante, lacerante, punzante, sin mutar ni evolucionar, formaba parte de mí. Mi vida entera estaba guardada dentro de esa caja de antidepresivos que un día decidí dejar de tomar, porque me creía fuerte y con ganas de superarlo todo a mi manera. Yo estaba sentada a su lado, con la cabeza entre las piernas y el presentimiento de ir a cometer (de nuevo) la mayor gilipollez de mi vida (si es que podía empeorar algo la situación, claro) Aquellos días no fueron nada nuevo en mi historial, sabía que en menos de una semana todo volvería a ser como antes, pero me preguntaba si en otra ocasión mi manera de reaccionar sería diferente, y acabaría por dejarme arrastrar por la sensación. Lo peor de todo es sentir que nadie te comprende y asumir que no debes mostrarle esa parte de ti a nadie a no ser que quieras que salgan despavoridos en dirección contraria.


Siendo sinceros, yo también lo haría.
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