21.5.09


El espacio que había en el centro de tus pupilas siempre me tentaba. Era un punto casi inapreciable, pero yo sabía que existía; por momentos aumentaba en tamaño y lo localizaba sin dificultades, clavaba mi mirada justo ahí, sí, justo ahí, y me olvidaba de todo lo que estaba a mi alrededor. Pero un día se abrió un precipicio, un vacío difícil de enfrentar en esa zona indefinida y yo perdí, de golpe, mis poderes sobre ti. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que nos vimos, ni lo que sentía al estar anclada en ese lugar. Ahora soy una experta en encontrar el centro de mis pupilas, soy una experta en reconocer cada uno de mis huesos, en delinearlos. Ahora, cuando llego al orgasmo, clavo mi mirada en mis pupilas (Y no en las tuyas) y encandeno uno tras otro, y conozco de memoria mi cadencia de gemidos y mi cadencia de movimientos, sé a la perfección como se arquea mi cuerpo, como se tensa, como se marcan mis costillas al hacerlo y los huesos de la cadera al venir de vuelta y distingo a la perfección las tres tonalidades que toman mis pezones y como se abre mi sexo, tan progresivamente que no me doy cuenta y conozco la imagen de mi mano izquierda arañando mi costado o mis muslos y he visto como me muerdo los labios, hacia el final, y mi cara se torna indescifrable de puro básica. He memorizado hasta el más pequeño de los detalles, pero no sirve para nada, porque ya no te deseo a ti (No es que no quiera, es sólo que no sé)

*La foto es de Beatriz Solera Caballero y la encontré en una galería de 20minutos.
*Y el texto es cutre, lo sé, pero sentía la necesidad de actualizar.

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