
Mañana ya no brillará tu mirada, mañana ya no desprenderás ese calor, no podrás tomarte ese café con ella, no recordarás las sonrisas sinceras que te dedicaba, no verás las luces mágicas que iluminaban tu cama cuando estaba acurrucada a tu lado ni te fumarás el cigarro cómplice... y es que mañana ya no habrá mañana.
Mañana, cuando ella coja por fin esa maleta que tú mantenías escondida, cuando hurgue por fin en tu interior, cuando dibuje las aristas de la realidad, cuando descubra que todo era mentira, tú dejarás de ser esa mujer que repetía todos los días que el sol estaba en su casa, dejarás de ser la mujer que recolectaba gestos y sentimientos. Mañana, cuando ella se aleje, tú no podrás volver a sonreír, tú no podrás volver a ver latir un corazón a tu lado.
Eres consciente de que cuando ella se marche para ti dejará de haber mañana, pero no te importa; sabes que ese día llegará. Lo has asumido. Pero la verdad es que lo único que quieres hacer es permanecer a su lado alargando ese estado lo más que puedas. Y mientras que las orquídeas se van cerrando y los párpados se cansan por el peso del tiempo tú guardas en cajas los recuerdos de su esencia, etiquetas y archivas, sin parar.
Para el mundo exterior es triste que hagas eso, que te resignes a un final doloroso, que sepas con tanta seguridad que serás tú la que va a perder el mañana y no ella. Pero lo sientes muy dentro de ti y como no puedes luchar contra esa sensación intentas unirte a ella, fundirte con ella y ralentizar el pasado para poder convertirlo en un futuro. En lo más profundo de ti odias al miedo que te carcome y que te hace tener que asumir ciertas cosas, odias el saber que vas a sufrir tal vez más de lo que has sufrido nunca. Pero aún así decides arriesgarte.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti si habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana no habrá mañana.
Pero aún así decides arriesgarte.
Mañana, cuando ella coja por fin esa maleta que tú mantenías escondida, cuando hurgue por fin en tu interior, cuando dibuje las aristas de la realidad, cuando descubra que todo era mentira, tú dejarás de ser esa mujer que repetía todos los días que el sol estaba en su casa, dejarás de ser la mujer que recolectaba gestos y sentimientos. Mañana, cuando ella se aleje, tú no podrás volver a sonreír, tú no podrás volver a ver latir un corazón a tu lado.
Eres consciente de que cuando ella se marche para ti dejará de haber mañana, pero no te importa; sabes que ese día llegará. Lo has asumido. Pero la verdad es que lo único que quieres hacer es permanecer a su lado alargando ese estado lo más que puedas. Y mientras que las orquídeas se van cerrando y los párpados se cansan por el peso del tiempo tú guardas en cajas los recuerdos de su esencia, etiquetas y archivas, sin parar.
Para el mundo exterior es triste que hagas eso, que te resignes a un final doloroso, que sepas con tanta seguridad que serás tú la que va a perder el mañana y no ella. Pero lo sientes muy dentro de ti y como no puedes luchar contra esa sensación intentas unirte a ella, fundirte con ella y ralentizar el pasado para poder convertirlo en un futuro. En lo más profundo de ti odias al miedo que te carcome y que te hace tener que asumir ciertas cosas, odias el saber que vas a sufrir tal vez más de lo que has sufrido nunca. Pero aún así decides arriesgarte.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti si habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana, cuando ella se marche, para ti no habrá mañana.
Mañana no habrá mañana.
Pero aún así decides arriesgarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario