28.10.08

Canto a mí misma.

Hoy llueve. El cielo descarga sus frustraciones sobre nosotros incesantemente. La lluvia trae consigo el frío, que me hiela las puntas de los dedos de las manos y los pies. Pongo la estufa y poco a poco los cristales se empañan hasta que casi no veo el otro lado, y corro a dibujar los límites de mis sentimientos en la ventana, la mano entumecida se mueve a una velocidad vertiginosa arrancando pequeñas gotitas de agua que caen sobre el libro que hay encima de la mesilla. Tengo las manos tan congeladas que ya no las siento pero aún así las aprieto contra mi cuerpo mientras bebo de mi reflejo, de la sombra difusa que se deja ver en la ventana, las capas de ropa van cayendo al suelo, arremolinándose a mi alrededor, y ahora son mis manos las que juegan sobre una superficie, pero esta vez es una superficie cálida. Siempre me ha gustado verme desnuda, y el reflejo que veo en la ventana me encanta, las líneas se vuelven difusas, blandas, etéreas y el frío hace que mis pezones violetas tomen esa forma de media luna.
No es nada sexual, esta vez no, simplemente disfruto viéndome, imagino que son otros ojos los que me observan, unos ojos que no son los míos, y me siento bien. Con mis manos recorro mi cuerpo, pero sólo para aprendérmelo de memoria, para saciarme de mí y de mis formas. Y es que esto ya se ha convertido en un procedimiento mecánico y repetitivo que no me aburre ni me cansa.

Simplemente amo mi reflejo (Que no a mí cuerpo)

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