2.8.08

Agosto

No hay una palabra exacta para definirla. La busco incesantemente y no aparece. Pero lo único realmente importante de todo esto no es la palabra en sí que intento conseguir.
Lo que importa es el proceso: los pasos en falso que dé a lo largo del recorrido, las veces que me engañe creyendo haberla encontrado, las sílabas que torpemente se interpongan en mi camino, las letras casi inocentes que se enreden en mi pelo de buscadora, los más y los menos y las caídas sobre el liviano suelo que me conduce hasta ti.

Y no hay más.

No hay seductoras sirenas que arañen mi espalda ni peces que jugueteen entre mis pies. Sólo estás tú y ese conjunto de grafemas unidos sólo por el deseo irrefrenable de ponerte un nombre, una seña de identidad, un pequeño código que me lleve a desnudarte entera.

No hay un Ulises por el que tenga que esperar ni un sudario que deba hacer durante el día y deshacer por las noches. Sólo estás tú y esas pequeñas pistas que se arremolinan a lo largo del viaje para que pueda conocerte mejor

No hay cormoranes acechantes que entren de noche por mi ventana ni lágrimas de primavera que enturbien mi marcha. Sólo está mi deseo de llegar hasta ti, de encontrarte, de conocerte y de ponerte nombre


Sólo está el débil aroma de tu cuerpo de agosto que me incita a seguirte hasta las
últimas lagunas Estigias y a beber de tu mano la última gota de los
océanos de Alejandría.

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