
Al principio es aprender que en la última rendija del último latido siempre quedará algo. Al principio, mucho antes de que yo dejase aquella casa, mucho antes incluso de que te convirtieses en esa mujer de plástico, había construido los cimientos de lo que sería mi vida sin ti. No me preguntes cómo lo sabía, pero lo sabía. Fue antes, muchísimo antes de que lo intuyeses. Había algo en tu mirada que me permitía adivinar el futuro, augurar un futuro mejor o prepararme al menos para recibir el golpe registrando daños menores. En la historia existieron siempre dos problemas de los que soy consciente ahora y no antes. Eras demasiado egoísta y yo demasiado idiota. Abrirme de piernas nunca fue suficiente, como tampoco era suficiente el aire que nos rodeaba. Así que sólo puedo decir que lo supe mucho antes, leyendo señales invisibles, guías sobre tu cuerpo, palabras desgajadas colgadas en tus labios y me daba igual. La inseguridad me gustaba casi tanto como me gustaba tu piel y tu risa y tus manera de caminar tranquila. Y supe que envejecerías de golpe igual que sabía cómo te gustaba el café y dónde debía tocarte para que te derritieses. Pero no quería envejecer contigo. Por eso, mucho antes de que lo supieses siquiera, ya había asumido un final para el que no estabas preparada.
1 comentario:
¡Vuela!
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