13.1.10


En un mismo susurro invento y redibujo el cielo. Ella desprende pegamento y me lo pone difícil, absorbe mis alientos, mis cadencias cansadas, decide que el mundo no está hecho para mí (Como tantas otras veces dijo...) Como tantas otras veces me escupe brotes de cenicienta ira, juega a ser una princesa vistiendo harapos y rezumando maloliente hiel. Espera que yo la salte, grácil, ágil, armada de deseo hacia ella. Que la esquive, escurridiza, elástica, líquida. Que la peine una y otra vez pasando mi cepillo por su melena rizada ante el espejo para que nos regocijemos juntas en su ego de mágica y etérea sirena. Espera y lo consigue. Siempre lo consigue. Y yo, miserable, cumplo con mis obligaciones a dos pasos de ella. Pero aguarda, pequeña, le digo de vez en cuando, nunca encontrarás tu zapato a no ser que yo desee dártelo. Cuando desee realmente hacer todas esas cosas para ti, cuando ganes mi sonrisa y las tortitas que preparo para desayunar. Cuando sientas que las estupideces que hago son por ti y no por mí. Entonces, sólo entonces, tendrás tu zapato, tendrás mi cariño, me tendrás a mí. Cuando consigas que olvide realmente todo ese dolor que guardo debajo de mi cama, cuando borres su imagen imperturbable, cuando lo borres a él... entonces apareceré yo y conmigo todo el amor que guardo aquí dentro. Hasta entonces, por más que me joda, seguiré siendo odio, rencor, necesidad y tú la criatura que esté a mi lado para cubrir una presencia que me abandonó hace muchísimo tiempo ya.

No hay comentarios: