
Cada vez que mi garganta se ahoga, son ríos de plata los que la atraviesan, son ríos de plata caliente líquida, supongo. Cada vez que mi pecho se detiene lo hace el solo. Se cierra sobre si mismo solidificando la corriente y el nudo de mi estómago, junto con ellos, anuncia que la calma se ha ido. No hay lugar que sea seguro. Ni siquiera mi garganta, ni siquiera mi pecho, ni siquiera mi estómago. No hay camino más directo a mi corazón que el que forman las palabras. No hay desprecio sin perdón o intento que no vaya a valorar. No hay palabra vacía, no hay gesto inútil. Por eso me llaman puta, porque cobro en palabras. Por eso veo, bebo, absorbo todo lo que se me pone por delante. Porque yo no vivo, escribo mi vida. Yo no lloro, yo soy el párrafo número uno de la página primera.
Como decía hace meses...
Sé que te gustaría besarme para poder follarme después.
No te molestes en hacerlo así. Para llegar a mi entrepierna
exijo algo más que eso, necesito algo más que eso. No me
comprarás con un beso, no vas a dejarme empapada con un
beso; mójame de palabras, viólame con palabras, sacúdeme
con palabras... y entonces sí, seré YO la que te folle.
Como decía hace meses...
Sé que te gustaría besarme para poder follarme después.
No te molestes en hacerlo así. Para llegar a mi entrepierna
exijo algo más que eso, necesito algo más que eso. No me
comprarás con un beso, no vas a dejarme empapada con un
beso; mójame de palabras, viólame con palabras, sacúdeme
con palabras... y entonces sí, seré YO la que te folle.
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