

Recuerdo que esa noche estaba repleta de luces de neón. Cuando vuelvo atrás, retrocedo en mi vida a doble velocidad para llegar cuanto antes, sólo veo luces; nos envolvían, estaban por todas partes, había tantas que parecía que llovían a nuestro alrededor. Era una sensación parecida a cuando vas sin gafas cuando no ves tres en un burro, todo se difumina y las luces de los coches, las farolas y los carteles luminosos se hacen más grandes, crecen mucho y te absorben. Pues sólo recuerdo eso, los destellos de colores y un sentimiento o emoción (no sabría como llamarlo) de euforia, de ganas de comernos el mundo. A Jimena le había tocado llevar el coche, así que yo podía beber, pude beber hasta casi perder el sentido y cuando me quise dar cuenta, entre la música, tus besos y el alcohol que resbalaba por mi garganta, me había convertido en luz, en otro foco de energía, en otro foco de felicidad.
...y que este menos vaya aún a mas...
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